Cuando pienso en la vida moderna no puedo evitar pensar sí es una vida acorde a nuestra naturaleza como seres humanos.
Sabemos que nos hace mal la prisa incesante con la que vivimos, el afán eterno de conseguir dinero, el sobre esfuerzo, el agotamiento y la falta de tiempo para nosotros mismos o para dedicárselo a los seres queridos.
Nos duele la falta de vocación, el trabajo por obligación o estar cansados incluso para poder pensar.
Esto nos mata poco a poco como un veneno que gota a gota nos aleja de lo que creíamos que era la vida.
La vida no significa sacrificio. Nos hará falta esfuerzo, superación, aprender a dejar que las cosas pasen, a que el tiempo cure las heridas o a asimilar el dolor hasta convertirlo en experiencia pero no por ello debemos someternos , ser esclavos de nuestra situación y creer que por azar o perque debía ser debemos encajar los golpes sin esperanzas de cambio y de mejora.
Hay un mundo ahí fuera más allá de nuestra limitada visión.
Existe la redención a nuestro sufrimiento, la sensación de plenitud, el paraíso en el interior de cada espíritu y la sensación mágica de ser parte de todo.
Es posible cambiar, dar el paso valiente que nos lleva hacia un camino nuevo.
No vinimos a la tierra para ir a contracorriente de nuestro corazón. A veces pasará, pero no debe ser nunca como norma.
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